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Adiós a Rafael Santiago Campos: una vida entre periodismo, literatura y amistad

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La amistad con Rafael Santiago Campos nació sin rostro. Hace casi 20 años intercambiamos mensajes por mail, cuando yo buscaba un trabajo en Cancún. Y sus respuestas fueron tan escuetas como entusiastas. Y me lancé con todo y familia a esta aventura turquesa, sin saber quién me estaba dando una oportunidad en un periódico joven y de nombre extraño: Quequi.

Enrique Molina era de los escritores favoritos de Rafa Santiago.
Rafael Santiago Campos y su obra mayor: El Último Canek.

Años después escribí mi novela Magnificens Cancún y tomé varios de sus aspectos y enseñanzas para crear un personaje al que llamé Molina, como su admirado poeta argentino.

Me regaló un elogioso comentario que atesoro con sumo cariño y logré ver concluida su obra mayor como escritor: El Último Canek, de más de 500 páginas, además de leer su libro anterior sobre la mente, El creyente, que tiene enorme caudal de datos y otros textos de gran valía histórica, como Breve historia de Santiago Tuxtla y La masacre mayor. Como periodista fue tan duro como inteligente y exigente con su equipo de trabajo, al que supo también enseñar los entresijos del oficio. Se transformaba a la hora de armar el periódico y me tocó volver al Quequi en el año 2013, ciclo en el que congeniamos nuevamente para fortalecer el periódico de Pepe. A veces nos cruzábamos y discutíamos temas, pero siempre el afecto nos volvió a unir y a hermanar.

Vino la pandemia y se llevó gran parte de su energía: enfermó y estuvo muy grave. Meses después nos vimos para entrevistarlo por su libro y su semblante parecía el de un hombre que venía de una guerra. En esa época muchos perdimos a seres amados. Sin embargo, fue un encuentro sumamente significativo para mí, porque pude agradecerle lo que hizo por mi y mi carrera en Cancún, con todas las páginas que abrió generosamente para mis textos periodísticos. Me dio gusto conocer sus nuevos proyectos, porque había renunciado al periódico en el que compartimos tanto. Así es el engranaje de las empresas: cuando una pieza cumple su ciclo viene otra, y así lo entendió él con toda humildad.

No hizo más que levantar la cabeza, su mente brillante y seguir trabajando. A otra cosa.

Meses atrás nos tomamos un café en el que lo vi con más bríos y entusiasmado con volver al periodismo de investigación, armamos proyectos hasta que llegó una nueva invitación del Tabasco Hoy, donde en sus años formativos había desarrollado una carrera sumamente fructífera. Allí se lució dando cobertura al movimiento Zapatista, en los años 90, y otros temas que le valieron dos premios estatales de periodismo con coberturas en Estados Unidos.

Nada mal para un ingeniero que torció su destino hacia el mundo de las palabras, las noticias y la literatura. Lo hiciste de maravilla y con el corazón siempre.

Días atrás, quizás dos semanas, me llamó por teléfono para buscar mi opinión sobre un tema y fue una despedida breve, incierta: cuando ni sospechas lo que puede ocurrir a quien te llama. Días después un infarto detuvo su generoso corazón y su mente luminosa se fue apagando como se apagan todas las cosas hermosas en la vida.

Le sobrevive su hija Candy y deja un gran vacío entre colegas y amigos que disfrutamos de su sabiduría, su generosidad y su compañía.

Recordaré plenamente aquella sonrisa amplia y su rostro curtido (que no había conocido al inicio de esta amistad, y que tanto tuvo que ver en mi vida por estas costas borrosas) y que continuará allí mientras tenga intacta la memoria. Adiós Rafa. Dejamos la última charla pendiente y una página más por escribir…

Con la información de Grupo Pirámide